ANADig: Los “malos modos” del peronismo, POR PACHO O’DONNELL

sábado, 7 de agosto de 2010

Los “malos modos” del peronismo, POR PACHO O’DONNELL


Para los k no se es democrático por atenerse a las leyes sino por acometer acciones que pudieran ser irritativas a las buenas maneras republicanas pero que en su interpretación y ejecución estarán en la línea con la definición de “gobierno del pueblo”.
Pacho O'Donnell
El diálogo entre dos intelectuales que admiro como Beatriz Sarlo y Ricardo Forster, magníficamente transcripto por Diego Rojas, no me defraudó y me provocó algunas reflexiones.

Una tía de mi infancia, siempre alerta a las convenciones de la buena educación, me acusaba de tener “malos modos” cada vez que violaba los límites de lo irreprochable socialmente. Pero me era claro que esos “malos modos” eran lo que muchas veces me permitían cumplir con mis deseos más vitales y afirmarme en mi identidad, por lo que renunciar a ellos era someterme al deseo ajeno expresado a través de esas convenciones.

Los “malos modos” del peronismo fueron uno de los ejes del debate. Los “malos modos” son consustanciales a su práctica y a su teoría. Los tuvieron Perón y Evita, quizás esta más que aquel, en la convicción de que tanto las leyes sancionadas como las normas tácitas estaban allí para proteger los intereses de los poderosos y que era inevitable atropellarlas cuando se deseaba gobernar y legislar a favor de los “cabecitas negras” o “descamisados”. O cuando el propósito era sostener una política internacional independiente, tercerista, y entonces había que disgustar a las potencias del momento. O considerar que la sociedad estaba ya madura para las leyes de divorcio, profilaxis social, educación laica y embarcarse en un serio conflicto con la Iglesia.

Claro que también hubo “malos modos” innecesarios como bautizar obsecuente e irritativamente avenidas, hospitales, escuelas, ¡hasta provincias! con los nombres de Evita y de Perón. Otro “mal modo” que se presta al debate es el de la innegable tolerancia peronista con la corrupción, sostenido y practicado en la certeza de que el enemigo oligarca o de derechas es económicamente poderoso por pertenencia de clase o de factor de poder y que sólo se lo puede enfrentar si no se está en excesiva desventaja en plano de lo crematístico. A los peronistas no los horroriza la corrupción porque están convencidos de que hay una corrupción “buena” que responde a aquel principio del conflicto político, pero a veces es condescendiente en exceso con la corrupción “mala”, tan convenientemente difícil de disecar.

Los Kirchner tienen “malos modos”, es su forma de ser auténticamente peronistas.
Y son consecuentes con ello y lo aplican estratégicamente. No les importó alarmar e irritar a la Sociedad Rural faltando a la primera exposición de su período presidencial, anticipo del vínculo conflictivo de los años que vendrían. Decidieron no perder tiempo en las agobiantes presentaciones de credenciales de los embajadores extranjeros, práctica sostenida por todos los presidentes anteriores. Pusieron en el lugar que deseaban al Ejército obligando a su jefe a descolgar el cuadro de Videla. Consideraron inevitable el malhumor y el agravio en la relación con el cardenal Bergoglio, aunque este representase el ala progresista de la Iglesia. Muestran sin empacho su alianza con la CGT y Moyano como sólo lo hizo Perón con Espejo y Rucci. Desafiaron al poder mediático con la Ley de Medios balanceando el elevado costo político con su necesidad de controlar la opinión pública (en esto Perón tenía “peores modos” porque clausuraba diarios y prohibía a la oposición en las radios).

Por ello no tiene sentido acusar al actual gobierno de no ajustarse estrictamente a las reglas de funcionamiento republicano, a las “buenas maneras”, como si se tratase de un vicio personal, sino que debería interpretarse como una esencialidad peronista a la que los Kirchner son leales. En su concepto no se es democrático por atenerse a las leyes establecidas sino por acometer acciones que pudieran ser irritativas a las “buenas maneras” republicanas pero que en su interpretación y ejecución estarán en línea con la definición de “gobierno del pueblo”.

En el debate Sarlo-Forster surgió la acusación a la política de hoy de ser aideológica, en un mundo global donde languidecen o fenecen las confrontaciones doctrinarias, aplastadas cuando se derrumbó el mundo comunista. Ello es indudable que se verifica también en nuestra Argentina. Pero también es cierto que en los Kirchner hay un intento de reideologización de la política a través de acciones, a veces confusas o contradictorias, que favorezcan a los sectores más necesitados, como la asignación universal por hijo, la jubilación masiva sin aportes previos, el aumento de los planes sociales, la generalización escolar de laptops, etc. Lo que indica una decisión de redistribuir el ingreso. También, aunque puedan argumentarse razones de índole política, está el elevado protagonismo acordado a los gremios que no sólo han obtenido un considerable aumento en el reparto de los ingresos nacionales sino también un inédito poder político controlando áreas significativas de la administración pública y en las empresas estatales. Ese proceso de ideologización tiene uno de sus ejes en la política de derechos humanos y el apoyo a las organizaciones relacionadas que se suma a la presión sobre la Justicia para que avancen los demorados procesos a los culpables de crímenes de lesa humanidad. Inclusive han anunciado que se enmendará el no haber enjuiciado a los civiles partícipes necesarios de la dictadura.

No parece acertado acusar al actual gobierno de sustituir acción por declamación ya que, para bien o para mal, han demostrado una considerable capacidad de acción, como lo demostraron con el salto hacia adelante luego del voto no positivo de Cobos o de su derrota en las elecciones de mediados el 2009, cuando canjearon depresión por activismo proponiendo la reestatización de los fondos de pensión y de Aerolíneas Argentinas, también la Ley de Medios. Una capacidad de acción que deja a la oposición, a pesar de sus intentos, a la defensiva y discutiendo entre sí por su impotencia.

Por otra parte es correcto el argumento de que si fuera cierta la incapacidad de los Kirchner de efectivizar los cambios que pregonan, ¿cómo se explicaría la fuerte conflictividad que en cada campo de los factores de poder reina hoy en nuestra sociedad? ¿Acaso no hay sectores que, por las buenas o las malas razones, están en franco pie de guerra? Tengo la edad suficiente para comparar lo actual con el fin del segundo gobierno de Perón, antes del golpe del ’55. La Argentina de entonces estaba también dividida en sectores muy enconados que replicaban el fuerte choque entre intereses contradictorios y que representaban bastante fidedignamente la lucha de clases: el grueso de los sectores medios en la oposición y la gran mayoría de los humildes a favor del gobierno. Los poderosos, como siempre, con un pie en cada lado para juntarlos cuando la situación se define.

No es sostenible el argumento de que los sectores medios están en contra de los Kirchner porque piensan y actúan por mecanismos simbólicos que los llevan a ponerse en contra de sus propios intereses. Sería repetir aquellas manifestaciones de Alsogaray quien, luego de cada rotundo fracaso electoral, concluía que “la gente no sabe votar”. Una de las razones del divorcio es que la clase media es conservadora y por lo tanto muy sensible a lo “malos modos” porque es el respeto a las formas, “las buenas maneras”, no lo económico, lo que la acerca imaginariamente a los dueños del dinero y el poder, y los separa de la chusma a la que temen parecerse. Por otra parte un gobierno populista, el de los Kirchner lo es y no es esto una crítica, que favorece en mayor medida a los sectores populares por encima de los sectores medios, a diferencia de lo que siempre sucedió, salvo con Perón, inevitablemente se gana su antipatía. Los médicos saben que hoy un camionero recibe mejores sueldos que la gran mayoría de ellos. Los Kirchner son conscientes de esto y no insisten demasiado en ganarse el apoyo de sectores que parecen irreconciliablemente alejados. No es en su voto en lo que confían para perdurar en el gobierno.

Para terminar, me gustó que Sarlo y Forster se chicanearan, denigraran y agredieran. Así son los verdaderos debates cuando se discute en serio y en ello se va el alma.


*Psiquiatra y escritor, fue secretario de Cultura porteño y de la Nación, Senador y embajador. Fue condecorado con la Orden de Isabel la Católica por su aporte a la literatura hispanoamericana. Es autor de numerosos libros.

ANADig, fuente El Argentino

1 comentario:

  1. ¿Así que el Peronismo es malo solo en sus modos? Típica respuesta. Eso y pretender simplificar diciendo que en el regreso del 73', el Coronel ya estaba embrujado por López Rega.

    ¿Quién lo embrujó para que prohibiera al Partido Laborista? En mayo del 46.
    ¿Quién para declarar ilegales las huelgas, para imponer la obsecuencia plena en todos los ámbitos? (no solo en su "partido").

    ¿La C.G.T. es obra del comisario Villar? ¿O de Osinde?

    Hoy x hoy: ¿es solo un "mal modo" imponer el IVA de CAVALLO? El SAQUEO a la ANSES seguro que no es muy "políticamente correcto", pero financia 'OBRAS' y repartos populistas, ¿¿no??

    ¿Qué es no investigar la deuda externa? ¿NO se supone que el peronismo reinvindica a Rodolfo Walsh?

    ...escribiría más, pero sospecho que no lo van a publicar...
    o peor aún... quizás sufra la violencia "revolucionaria"...

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