ANADig: JUAN MANUEL ABAL MEDINA "Este es un gobierno peronista de alta escuela. Es y hace peronismo de verdad"

miércoles, 21 de julio de 2010

JUAN MANUEL ABAL MEDINA "Este es un gobierno peronista de alta escuela. Es y hace peronismo de verdad"

Para este cuadro intelectual y político de apenas 42 años, el Gobierno nacional es, además de revolucionario en muchos aspectos, de alta escuela peronista, imbuido del mismo espíritu que puede encontrarse en Artigas y Dorrego.
Juan Abal Medina
Por Federico Bernal

Se define política e ideológicamente como “un peronista progresista; parte de lo que llamo la izquierda nacional”. Con un padre líder de la Resistencia Peronista, nombrado además secretario del movimiento justicialista por el mismísimo Perón, Juan Manuel logró una plena y genuina identificación casi desde la cuna. En tono jocoso, recuerda que cuando el general Perón le regaló “un huevo de pascuas grandote con el escudo argentino, ahí fue que me hice peronista”. Desde sus primeros años debió lidiar con la barbarie de la dictadura: persecución, inestabilidad económica, ausencias obligadas y desapariciones de sus seres queridos, nomadismo y exilio.

Sin embargo, lo traumático de esta experiencia no le impidió meterse en política ante la primera oportunidad. A mediados de los ’80, cuando ingresa al secundario, lo mejor de su herencia familiar ya le muestra el camino: “En el nacional Pueyrredón armé el primer frente político. Le ganamos el centro a Franja Morada y pudimos echar a la rectora, una persona muy vinculada a la dictadura. Ahí empezó mi implicancia civil”.

Ya cursando sus estudios terciarios, Juan Manuel pasó a la Juventud Universitaria Peronista (JUP), organización que abandonó con el indulto otorgado por Menem a militares y civiles en 1989. De la JUP pasó al Frente Grande, donde militó buena parte de los ’90 y hasta entrado el nuevo siglo. Nunca dejó la actividad política pero durante esa década y al menos hasta 2003 se dedicó casi por completo a la docencia, a la investigación y a la producción de opiniones periodísticas.

Fue entonces cuando, mientras aguardaba fuera de escena en uno de estos programas, se encontró con Néstor Kirchner en plena campaña. Este encuentro resultó ser decisivo para que junto a Roberto Feletti y a Abel Fatala, compañeros del Frente Grande, definieran darle el apoyo a Kirchner contra la voluntad de Aníbal Ibarra. Podría afirmarse pues que este desencuentro con Ibarra (quien además apoyó a Elisa Carrió) inaugura su vida kirchnerista.

De ahí en más, su compromiso incondicional con el proyecto encarado por los Kirchner ha ido en ascenso, compromiso que bien podría sintetizarse en la siguiente frase de su autoría: “La decisión de apoyar y jugarnos por Néstor en 2003 tuvo que ver para mí con recuperar lo que uno era en la historia”.

Revolución de Mayo

–¿Qué fue la Revolución de Mayo?
–La Revolución de Mayo integra todo un proceso de juntas que aparecen en los países hispanoamericanos durante 1810, desde “el Grito de Dolores” en México, hasta Buenos Aires, pasando por Bogotá, Cartagena y Santiago. Estos levantamientos surgen tras la invasión de Napoleón a España, como rechazo al absolutismo y guiados centralmente por la idea de que es el pueblo (y no el derecho divino) quien debe elegir a sus gobernantes. La Revolución de Mayo fue, entonces, una gesta sostenida por principios democráticos, igualitaristas, de soberanía popular.

–¿Existían distintas tendencias político-ideológicas en 1810? ¿Con cuál se identifica?
–Las tendencias políticas de la época se articulaban en relación a dos o tres líneas de conflicto, o “clivajes”, que se relacionaban de forma compleja entre sí. En primer lugar existía un clivaje entre quienes apuntaban a una política más popular e incluyente y quienes preferían construir un orden más cerrado, en torno de una elite. Un segundo clivaje se daba entre quienes rechazaban totalmente la herencia hispano-colonial y quienes pretendían mantenerla, al menos parcialmente por considerarla parte de la identidad popular. Y, en tercer lugar, ya existía un germen del clivaje que una década después explicaría los conflictos posteriores. Este clivaje enfrentaba, por un lado, a quienes creían que la ciudad-puerto de Buenos Aires era una especie de hermana mayor y que, por lo tanto, debía guiar al resto del país y, por el otro, a quienes sostenían la igualdad de todos los territorios y las poblaciones de la América hispana. Personalmente, simpatizo con aquellos que peleaban por un cambio radical que generara una política popular e incluyente en el primer clivaje, con los que no despreciaban la herencia hispana en el segundo, y con los que no creían en la superioridad de ninguna ciudad y bregaban por integrar a un mismo espacio político a todos los territorios de la América hispana, en el tercero.
De todas formas, lo que unía a quienes hicieron la Revolución de Mayo (la idea de que los gobiernos surgen “desde abajo” mediante alguna forma de consentimiento popular, y no “desde arriba” por imposición externa) me parece mucho más valioso y trascendente que las diferencias que podían tener.

–¿Qué opinión le merece el primer programa político-económico de gobierno que tuvo la Argentina? Estoy refiriéndome al Plan de Operaciones de Mariano Moreno y Manuel Belgrano.
–Más allá de las discusiones sobre su autoría, es difícil juzgarlo en su contexto evitando el anacronismo de incluir en el análisis los 200 años de experiencia argentina que hoy tenemos, con todas las lecciones a cuesta aprendidas en este tiempo. Como todo proyecto político transformador que apunta a la libertad y la igualdad, me resulta muy atractivo, aunque discrepo con algunos instrumentos que propone. Por ejemplo, discrepo con la cesión de la isla Martín García a Gran Bretaña o la extrema dureza con los adversarios.

–¿Con qué referentes de aquellas gestas se siente identificado?
–Me identifico con el aspecto democrático, revolucionario y transformador de Moreno, Castelli y Belgrano, aunque no con otras aristas de sus posiciones. San Martín, Artigas, Dorrego y Güemes me resultan claramente admirables.

Siglo XIX

–¿Con qué referentes políticos o estadistas argentinos y no argentinos del siglo XIX se identifica?
–San Martín, Artigas y Dorrego. Y?no argentinos, Bolívar, Lincoln y Benito Juárez.

–¿Por qué Lincoln?
–En primer lugar, por su lucha contra la esclavitud. En segundo lugar, porque advierto en la guerra civil estadounidense un enfrentamiento de igual naturaleza que el nuestro, aunque con resultado inverso. Con la Revolución Industrial las viejas plantaciones del sur esclavista se vuelven muy redituables, lo que favorece la idea de inserción al mundo desde la exportación de materias primas. Ese sur esclavista representó lo mismo que más tarde representó la Argentina del Centenario.
Supuestamente, un país muy rico porque había un puñado de familias dueñas de todo, que estaban muy contentas con el simple hecho de exportar materia prima a Gran Bretaña. De alguna manera, la guerra civil estadounidense muestra, aunque en otro contexto, lo que podría haber sido la Argentina si el resultado hubiese sido inverso. Ahí es donde destaca la figura de Lincoln, un tipo muy convencido, que en ese momento decide hacer una guerra civil para no ceder frente a un conjunto de cuestiones muy negativas.

–¿Nos faltó un Lincoln y una burguesía verdaderamente industrial y nacional para que el resultado en la Argentina fuera igual al de los Estados Unidos luego de la guerra de Secesión?
–Es posible analizarlo así. Obviamente, también existían otros factores, como el tipo de propiedad agropecuaria dominante, que diferenciaban a ambas sociedades. Pero es posible pensar esos momentos como coyunturas críticas que dirigieron los acontecimientos posteriores en uno u otro sentido.

–Sobre la guerra civil de los Estados Unidos existe un libro genial de Jorge Spilimbergo, “La cuestión nacional en Marx”. ¿Tuvo oportunidad de leerlo?
–Sí, y justamente ahí hay una lectura similar analizando la guerra de Secesión estadounidense y la guerra de la Triple Alianza en nuestro país. Como decía en la pregunta anterior, existían también otros elementos que diferenciaban ambas situaciones, más allá del paralelismo que podamos hacer.

–Salvando las distancias, los sucesos y las formas, ¿no cree que el conflicto abierto con la resolución 125 reedita similar enfrentamiento que aquel ocurrido en los Estados Unidos?
–Sí, aunque en términos muy macro. La guerra de Secesión se libró entre el sur agroexportador (un esclavismo capitalista) y los sectores del norte del país con una fuerte impronta industrialista, de construcción de un Estado poderoso e ideas progresistas -el fin de la esclavitud, por ejemplo-. Es la misma discusión. Un país integrado al mundo a través de la subordinación mediante la simple venta de commodities a la potencia dominante o un país integrado de otra forma, mucho más amplio, más igualitario. Es, en ese sentido, que realzo la figura de Lincoln; en igual sentido destaco la guerra de Secesión y el resultado que tuvo, tanto para un bando como para el otro.

–¿Por qué cree que las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron su territorio original; Alto Perú, Banda Oriental, etc.?
–Básicamente, por dos causas concurrentes. Por un lado, por la apuesta explícita de la elite porteña que sentía que desprenderse del “interior provincial y atrasado” era acercarse a Europa y a la modernidad y, por el otro, producto de la inteligente política británica que aplicó el clásico “divide y reinarás”. Estas causas frustraron no sólo la unidad de las Provincias Unidas sino, más en general, la unidad de toda la América hispana soñada por Bolívar, San Martín y Artigas.

–¿Con qué próceres sudamericanos se siente identificado?
–San Martín, Bolívar, Artigas, Solano López y Morelos.

–“El federalismo nació como la oposición del interior a la apropiación de la aduana por parte de la ciudad de Buenos Aires y el rechazo a la imposición de políticas económicas librecambistas por parte de esa misma ciudad”. ¿Está de acuerdo con esta aseveración?
–Estoy de acuerdo sólo en parte. Creo que el federalismo en nuestro país representó valores más profundos que una simple puja económica, valores vinculados a la protección de las culturas locales. En el proceso político nacional implicó también la reivindicación de los valores populares frente a las aspiraciones elitistas y eurocéntricas de la elite porteña. En términos generales, el federalismo implica una división de poderes entre un gobierno central y gobiernos subnacionales que poseen distintas esferas de competencia. En muchos países federales las unidades políticas preexistentes decidieron unirse para alcanzar objetivos que cada una no podía lograr por separado, aunque reteniendo algunas competencias dentro de su propia jurisdicción.

–Que las provincias detenten el control y quieran aumentar además el control sobre los minerales y los hidrocarburos, ¿no es repetir lo que Buenos Aires hizo en el siglo XIX con la Aduana?
–No exactamente. Si bien ya es un hecho, hay que pensar esquemas que permitan cómo poder articular con eso y construir. Estoy convencido de que es posible compatibilizar el federalismo con la equidad territorial, respetando las competencias de las provincias pero apostando también a un Estado nacional fuerte, capaz de corregir las asimetrías y fortalecer el equilibrio entre todas las regiones del país. El actual período es un ejemplo de ello.

–¿Cómo calificaría la presidencia de Rivadavia?
–Muy mala.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Urquiza?
–Mala.

–¿Y?las presidencias de Rosas?
–Buenas. Tuvieron aspectos positivos, como la defensa de la soberanía y ciertas experiencias de participación popular.

–¿Qué opina de la presidencia de Mitre?
–Mala.

–¿Cómo califivaría la presidencia de Sarmiento?
–Regular. Tuvo aspectos positivos, como por ejemplo los vinculados a la educación pública, aunque soy muy crítico de sus opiniones y acciones sobre los gauchos y los pueblos originarios.

–¿Qué opina de la presidencia de Avellaneda?
–Muy mala. Creo que es un ejemplo de qué cosas no deberían hacerse (ajustes, despidos) para “honrar” las deudas.

–¿Y?cual es su concepto de las presidencias de Roca?
–Entre regulares y malas. Aunque sus peores acciones las realizó fuera de sus presidencias; la llamada “campaña al desierto”, la represión de las rebeliones de los caudillos federales y su oposición a la apertura del régimen oligárquico intentada por Pellegrini y Sáenz Peña. De su primera presidencia son destacables la sanción de la ley 1.420 y la consolidación de la unidad nacional y del Estado argentino.

–¿Encuentra semejanzas o similitudes entre alguna de las presidencias o gobernaciones de este siglo con la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner?
–No. Creo que la presidencia de Cristina es absolutamente original. En primer lugar, no encuentro otro caso en el que una presidenta (o un presidente) haya sido tan maltratada y atacada por los medios de comunicación masivos. Esto que digo ya está cabalmente demostrado por varios estudios técnicos. Por ejemplo, cuando uno ve el porcentaje de tapas negativas sobre el total de tapas editadas que los principales medios argentinos dedicaron a Cristina, uno encuentra que fueron negativas el 80 o el 90 por ciento. Una brutalidad, porque al analizar el comportamiento editorial de los medios masivos en un país con una nueva administración, la media de tapas negativas se ubica en 20 o 30 por ciento. Así para todo el mundo. Y acá vale una reflexión. El porcentaje del 80 o el 90% de tapas negativas podría ser lógico contra un tirano terrible tipo Hitler o la dictadura argentina, pero, como sabemos, en esos momentos las tapas negativas eran cero. Más allá de eso, debemos celebrar que en la Argentina actual, como ha dicho la Presidenta de la Nación, estemos viviendo un momento inédito en materia de libertad de prensa, donde cualquier persona puede expresar su opinión sin temor a recibir juicios por ello. Y eso es mérito de un gobierno que, por ejemplo, impulsó la despenalización del delito de calumnias, un reclamo histórico de los sectores progresistas en nuestro país.

–¿Coincide con la afirmación que señala al período comprendido entre 1880 y 1930 como la época dorada de la Argentina?
–No coincido. Sobre esta época creo que primero es necesario distinguir entre los años previos y los posteriores a 1916. Antes de Sáenz Peña e Yrigoyen existía un régimen político oligárquico con un modelo económico inequitativo y dependiente de otras naciones. Luego de 1916 existió una importante apertura política y hubo algunas medidas que repararon la desigualdad, pero las bases del modelo económico siguieron mayormente intactas.

–¿Hubo algún “golpe de Estado” en la Argentina del siglo XIX?
–Sí. La destitución y el posterior fusilamiento de Dorrego, hecho que me parece uno de los más lamentables de ese siglo. En segundo lugar, la destitución de Rosas con la traición de Urquiza y el apoyo de Inglaterra, Francia y las tropas del Brasil.

Siglo XX

–¿Cón qué referentes políticos o estadistas argentinos del siglo XX se identifica?
–Eva, Juan Perón, las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.

–¿Y?referentes no argentinos de este mismo siglo?
–Lázaro Cárdenas, Nelson Mandela y Franklin Roosevelt.

–¿Qué opinión le merecen las presidencias de Hipólito Yrigoyen?
–Entre buena y muy buena, aunque no comparta varias de sus políticas, especialmente la represión a los sectores populares. El logro de la democracia y la ampliación de la ciudadanía fueron hechos históricos para nuestro país.

–¿Cómo califica la presidencia de Marcelo T. de Alvear?
–Buena.

–¿Qué opina de las presidencias de Juan Domingo Perón entre 1946 y 1955?
–Muy buenas.

–¿Y de la presidencia de Arturo Frondizi?
–Valoro la capacidad de pensar a la Argentina en el mediano y largo plazo, pero la proscripción del peronismo es un déficit de legitimidad imposible de soslayar. Regular.

–¿Qué opinión le merece la presidencia de Arturo Illia?
–Valoro su persona, pero nuevamente la proscripción del peronismo quita legitimidad a toda su presidencia. Regular.

–¿Qué opina de la presidencia de Juan Perón e Isabelita entre 1973 y 1976?
–Muy buena la de Juan Perón. A pesar de su breve mandato, tuvo muy buenas iniciativas, como por ejemplo el pacto económico y social que permitió volver a una distribución del ingreso repartida en mitades entre el capital y el trabajo. La presidencia de Isabel fue mala.

–¿Cómo calificaría la presidencia de Raúl Alfonsín?
–Buena. Rescato su figura y el valor fundamental de recuperar la democracia. En cuanto a su presidencia, creo que ilusionaron algunas de sus intenciones pero que luego no supo, no quiso o no pudo llevarlas adelante. Por eso los históricos juicios a los militares fueron opacados por la Obediencia Debida y el Punto Final, y por eso también una política económica progresista terminó en ajuste e hiperinflación. Pero más allá de los resultados, valoro fuertemente su intención de pelear contra los grupos concentrados de poder.

–¿Y qué concepto le merecen las presidencias de Carlos Menem?
–Malas.

–¿La presidencia de Fernando de la Rúa?
–Mala.

–¿Y la de Eduardo Duhalde?
–Regular.

–¿Qué opina de las presidencias de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner?
–Muy buenas, porque son, sin ninguna duda para mí, de las mejores presidencias que dio la historia argentina en sus doscientos años junto con las de Juan Perón. Tómense los criterios que se quieran tomar para medirlas, ambas son excelentes. Ambas presidencias representan la recuperación de la política, esto es, la recuperación de la voluntad de la política de transformar la realidad en un contexto argentino caracterizado por todo lo contrario: una reducción permanente de la acción de la política, que cedía ante los poderes fácticos, ante los mercados, ante al capital internacional, etc. Todo este conjunto de cuestiones llevaron la Argentina a la decadencia brutal de 2001. Porque la crisis de 2001 no sólo fue en lo económico; se trató más bien de una crisis política, social, económica y cultural, en la que todo el mundo estaba convencido de que el país no tenía más salida que Ezeiza. Para superar ese país que tuvimos no hace mucho, hizo falta una enorme voluntad y capacidad. Y eso vino de la mano del proyecto político de Néstor y de Cristina. Sin decirlo, ellos dijeron: “Se acabó; vamos a empezar a hacer las cosas bien”. Esto es lo que yo más valoro de la política y que justamente es lo que se viene demostrando en los hechos desde 2003. Se viene demostrando esa enorme capacidad de pelear por transformar la realidad y saber que el objetivo de la política es lograr que la gente viva mejor; especialmente los que menos tienen. Hoy la Argentina es una sociedad más justa, más libre y más igualitaria que en 2003. Frente a este noble objetivo, lo demás vale muy poco.

–Del 2003 a esta parte, ¿cree que hay sectores que se oponen más que otros y más que antes a esa transformación de la realidad?
–En tiempos de la presidencia de Néstor salíamos del infierno, como él bien lo dice. Entonces, los sectores de poder todavía estaban bastante asustados por la crisis; estaban como debilitados, con enormes deudas. Esto condujo a que, de alguna manera, toleraran cierto avance del Estado, de la política, planteando una oposición moderada. Y el país pudo avanzar muchísimo. Ahora bien, ya hacia 2007 -y un poquito antes también- los sectores de poder comenzaron a decir: “Bueno, hasta acá. No avancen más”. Ahí comenzaron a caer las primeras críticas brutales, y con ellas los primeros ataques destituyentes. La vuelta que le dieron fue una operación muy fuerte y muy clara al nivel prensa que más o menos decía: “Ahora con Cristina viene el momento de la moderación”. Es más, me acuerdo que todas las editoriales decían: “Bueno, ahora se avecina una nueva etapa de estabilidad de moderación institucional”. Pero eso lo decían ellos. Nosotros, todo lo contrario. Cristina y Néstor desde el principio dijeron: “Vamos a profundizar el rumbo”. Cuando advirtieron que la cosa no era como ellos la esperaban, hubo una acción muy brutal para decir “no, ya pasamos la crisis. Ahora que todo vuelva a la normalidad: los negros a su lugar, los trabajadores a laburar, y los factores de poder a gobernar como siempre”. Querían volver para atrás. Incluso algunos dentro de nuestro proyecto, muy influenciables por el establishment, coincidían en que después de haber avanzado tanto, una etapa de tranquilidad y moderación resultaría correcta. Pero esta moderación no era para nada parte del proyecto ni de la promesa de Cristina. Al contrario, ella siempre habló de profundizar el rumbo y así lo hizo, por que sabía que en la lucha por la distribución de la riqueza y el poder social si no se avanza se retrocede. Por eso el ataque bestial y salvaje que viene sufriendo desde su primer día, con esos inventos imbéciles del tipo de la valija de Antonini. Estupideces para erosionar y deslegitimar.

–El primer acto público de Cristina fue el del acto de fundación del Banco del Sur, el 9 de diciembre de 2007. Un acto de alto vuelo y contenido político. Es cierto que la profundización del rumbo quedó bien clara desde el inicio de su gestión.
–Totalmente. Así es como se explica la política de erosionar la legitimidad, de pegar para obligar al Gobierno a retroceder, ejecutada desde entonces. Ahora bien, frente a cada escollo de la realidad, frente a los embates y las calumnias, Cristina tuvo el enorme coraje y la enorme capacidad de ir cada vez más para adelante en vez de ir para atrás. Las reformas estructurales más profundas que tienen que ver con la salida del modelo de los ’90 las tomó Cristina. La reestatización de las AFJP, la ley de medios, la ley de movilidad jubilatoria, gravar al sector rural, la asignación universal, etc., son todas cuestiones que estructuralmente dejan atrás los ’90 con medidas concretas. Por eso el enojo brutal de los sectores de poder. Enojo y desesperación que se traduce en una respuesta cada vez más fuerte para golpear lo que se viene haciendo.

–Blas Alberti, en mi opinión uno de los más brillantes pero por desgracia más desconocidos intelectuales del campo nacional y popular, decía que las acciones o medidas son revolucionarias en tanto y en cuanto logren transformar la estructura socioeconómica y productiva de un país hacia formas superiores, más modernas, justas y diversificadas. ¿Esos cambios estructurales a los que hizo mención en la respuesta anterior fueron cambios de tipo progresista o cambios revolucionarios?
–El Gobierno es revolucionario en muchos aspectos. Es un gobierno peronista de alta escuela, quiero decir, es y hace peronismo de verdad. Aparece ese espíritu de cambio, de transformación revolucionaria con el verdadero sentido del término. Pero de revolución enganchada con las tradiciones populares, y no una importada o extrapolada, cargada con los sueños de algún loquito. Uno encuentra en este Gobierno el mismo espíritu que puede encontrar en Artigas, en Dorrego, en Perón. En fin, esa gran tradición de la izquierda nacional latinoamericana. Por eso nos emparentamos tanto con procesos que, cada uno con sus divergencias, se están dando en América latina. Cada uno con su particularidad, pero todos bien nacionales y populares.

–Hablando de revolucionario, me viene a la mente el título del libro “Revolución y contrarrevolución en la Argentina”, de Jorge Abelardo Ramos. ¿Por qué estamos yendo y viniendo? ¿Cómo se superan las causas estructurales que perpetúan ese ciclo?
–Con la continuación de políticas correctas. A ver, lo que ocurrió en la historia del siglo XX básicamente es que a cada uno de los avances la reacción le ponía un freno, se volvía para atrás y se volvía todo a cero. La única forma de frenar esto es que la democracia se profundice, que se incremente la participación popular y la defensa del modelo que tiene que ver con el bienestar de las mayorías. Sólo así se frena al sector reaccionario y su poder de veto, que antes se aplicaba con los golpes militares y las estampidas inflacionarias y que ahora se realiza mediante la deslegitimación permanente desde los grandes medios de comunicación.

–El Proceso, ¿genocidio social y económico?
–Sí. Porque la dictadura genocida no fue sólo cuantitativa, sino cualitativamente distinta de todas las dictaduras anteriores, en el sentido que intentó y que en buena medida logró transformar la realidad previamente existente. No fue solamente ordenarla matando a algunos, sino que más bien se trató de una dictadura revolucionaria, que intentó destruir las bases de la Argentina peronista. Una política sistemática de destrucción.

–¿Dictadura revolucionaria o contrarrevolucionaria?
–Contrarrevolucionaria. Mejor dicho, una dictadura restauradora. De alguna manera querían volver a la Argentina del año ’30, desactivar todas las bases sociales de la Argentina peronista. Restauradora del orden previo al peronismo, a la Argentina del Centenario. Y por desgracia así lo hicieron: destruyeron la industria nacional, quebraron los sindicatos, mataron a los principales cuadros políticos y económicos que se les oponían. Es decir, fue una dictadura salvaje con un proyecto de transformación muy sólido, proyecto que de alguna manera permitió consolidar la política argentina del ’83 para adelante. Explica la complicidad de gran parte de la dirigencia argentina hacia esas políticas, sobre todo cuando hubo que frenar ese primer intento de Alfonsín con (Bernardo) Grinspun en materia económica; también cuando quiso avanzar con los juicios.

Siglo XXI

–¿Con qué referentes políticos o estadistas argentinos y no argentinos del siglo XX?se siente identificado?
–Néstor y Cristina Kirchner. Y no argentinos, Lula da Silva, Evo Morales y Rafael Correa.

–¿Coincide con la afirmación “La Argentina es un país primario exportador en proceso de industrialización”?
–No. Pese a la destrucción industrial de la dictadura y del menemismo, numerosas ramas de la industria argentina -informática, automotriz, nuclear, entre tantas otras- son competitivas a nivel internacional, produciendo alto valor agregado y empleos de calidad para nuestra gente.

–¿Qué expresó el 19 y 20 de diciembre de 2001?
–Fue el derrumbe del modelo neoliberal y de una forma de concebir la política absolutamente subordinada al poder económico y social. A ver, me extiendo un poco más. En los ’90 la dirigencia nos acostumbró al “no se puede”, a que los condicionamientos del mercado eran imposibles de superar. Pero el 19 y 20 de diciembre fue la sociedad la que le dijo basta a esa dirigencia, a esa manera de hacer política. Un país que en 2001 no podía siquiera fijar su tipo de cambio, que no podía garantizar el superávit por la Ley de Déficit Cero (esa gran trampa mortal), que no podía tener una única moneda porque habían dieciséis monedas distintas dando vueltas por todo el país. Toda esa incapacidad y desazón, esa impotencia absoluta de la política terminó explotando el 19 y 20 de diciembre con el “que se vayan todos”.

–¿Qué expresó el conflicto por la resolución 125?
–Se trató del conflicto de un sector concentrado para defender sus privilegios a costa del bienestar de la gran mayoría de la población y de la posibilidad de profundizar un modelo productivo distinto al de los ’90. Un conflicto que, paralelamente, fue utilizado y fomentado por todos aquellos que querían poner un límite a los avances logrados desde 2003 en términos sociales, económicos y de derechos humanos.

–Durante el conflicto por la resolución 125 se escuchó reiteradamente en los medios la frase, “sin campo no hay país”. ¿Coincide con esta afirmación?
–El campo es un sector muy importante de nuestra sociedad. Sin embargo, en un mundo globalizado donde los países compiten por el desarrollo científico y tecnológico, pretender volver al modelo agroexportador es una idea que atrasa por lo menos cien años.

–El actual accionar del vicepresidente Julio Cobos, ¿es constitucional o anticonstitucional? ¿Es legítimo o ilegítimo?
–Ilegítimo e inconstitucional, porque la figura del vicepresidente está pensada y concebida como alguien que acompaña al titular del Poder Ejecutivo. Desde la primera existencia de un vicepresidente, que fue Adams, como vicepresidente de George Washington, lo que hicieron los vicepresidentes en el mundo fue llevar la opinión del Poder Ejecutivo a los distintos ámbitos. Otra cosa es sencillamente un disparate. Hay una serie bastante interesante sobre la política norteamericana que salió el año pasado, que cuenta el momento en el que Adams tiene que ir a desempatar en el Senado por primera vez. Y él justamente no estaba a favor de lo que sí estaba Washington. ¿Qué hizo? Votó a favor de lo que decía Washington porque entendía su rol. Otra cosa no es posible. El Poder Ejecutivo es uninominal. Ahora, ¿si el Cobos opositor debe renunciar?, definitivamente sí… Aunque desde un punto de vista más personal lo realmente correcto sería que pidiera perdón y volviera a cumplir su rol de acompañar y de apoyar la fórmula que lo votó y lo puso en ese lugar.

–Banco del Sur: ¿sirve o no sirve al desarrollo nacional?
–Sí, es una herramienta fundamental para apuntalar el desarrollo de los países que en estos tiempos de globalización debe ser pensado en clave regional.

–¿La Argentina tiene futuro aislada de la Unasur?
–No, la integración fortalece nuestra inserción internacional y el desarrollo de nuestra economía.

–Néstor Kirchner al frente de la Unasur, ¿qué implicancias tiene su designación para el bloque y para la Argentina?
–La posibilidad de seguir avanzando en este maravilloso sueño de la unidad latinoamericana. Cuando uno ve, nuevamente haciendo el parangón de lo que hablamos antes de Lincoln y Estados Unidos, cuando en la guerra civil los Estados del sur se levantan, no se levantan para imponerle al norte la esclavitud, sino que en realidad simplemente anuncian su escisión del resto del país. Y es un poco la misma idea, ¿no? En América latina al contrario de lo que ocurrió en la América anglosajona siempre terminaron prosperando las iniciativas de los sectores más elitistas, más concentrados. Sectores estos que con el apoyo de los poderes de turno –Gran Bretaña, Estados Unidos, etc.– lograron la división de nuestra América.
Sin reconstruir esa unidad, será imposible que logremos tener una voz fuerte en el mundo, será imposible que podamos expresar realmente quiénes somos y qué rol tenemos en el concierto de las naciones. Tener una voz propia que involucre a toda la región –con sus particularidades, con sus diferencias, con su realidad plural–, pero una voz que logre lo anterior creo que sintetiza de alguna manera el proyecto político de la Unasur. Y la construcción de esta Unasur es una tarea que puede llevar adelante Néstor Kirchner.
Finalmente, para nuestro país es una muestra más, pero muy contundente, de lo equivocado que están aquellos que hablan del aislamiento internacional de la Argentina.

–¿Por qué la Argentina no fue Australia o Canadá?
–Se trata de una comparación equivocada, basada en un solo dato -el PBI per cápita en un momento muy particular de la historia, el Centenario- y que no contempla la enorme desigualdad que existía en esa época al interior de la Argentina. Australia y Canadá siempre fueron países mucho más igualitarios, especialmente en lo referido a la distribución de la propiedad agraria y en la inexistencia de grandes latifundios.
Pensar que la Argentina era desarrollada en 1910 es equivalente a pensar que algunos países petroleros lo son hoy, simplemente porque tienen un PBI per cápita comparable al de países escandinavos, ese solo dato no los convierte en desarrollados, claramente.

1 comentario:

  1. Por suerte el Kirchnerismo a podido conseguir este tipo de cuadros politicos y tambien tecnicos
    como Juan Manuel. Pibes jovenes, con analisis, politica y calle.

    Creo que por ese lado la continuidad del proyecto nacional y popular a ganado garantias.

    Lo conozco por su desempeño en Funcion Publica, trabajo en el estado.

    En sintesis, Un cuadrazo

    Abrazos, Daniel 7

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