ANADig: 2011: el kirchnerismo que se va, el que viene, por José Cornejo

viernes, 31 de diciembre de 2010

2011: el kirchnerismo que se va, el que viene, por José Cornejo

Desde Bahía Blanca, Buenos Aires (Agencia Paco Urondo) La presidencia de Néstor Kirchner en 2003 representó una alianza de clases diferente a la de Cristina Fernández en 2007. Y a su vez, otra configuración asoma detrás de esa misma Cristina en octubre de este año. Cuando se dice “construir la victoria de 2011, ¿qué victoria se está construyendo?
Todo comenzó un caluroso 20 de diciembre de 2001. El presidente Fernando De la Rúa abandonaba Casa Rosada luego de desatar un vendaval de represión y muerte. Paradojas de la historia, un helicóptero había sido usado por la Junta Militar para secuestrar a la presidenta Estela Martínez de Perón e iniciar la larga noche neoliberal. 25 años después, otro helicóptero marcaba el desplome de ese mismo modelo. El neoliberalismo llegó a sangre y fuego y se retiró ídem.
¿Qué ocurrió uno y otro helicóptero? Una alianza del capital concentrado nacional con sus pares trasnacionales había literalmente saqueado el país. Sometida la clase política y pulverizado el campo popular, la Argentina de las vísperas de 2002 mostraba indicadores sociales propios de un país en guerra. Hasta mediados de los 70, Argentina había sido un país rico, industrial, superior en calidad de vida y equidad social a muchas naciones europeas mediterráneas y orgullo de América Latina. Sin embargo, dos décadas de genocidio político, industrial y social la dejaron al borde de la extinción. Fue cuando el botín se acabó. Y con ello, la alianza entre los grandes capitales nacionales y trasnacionales, pues ya no alcanzaba para todos.
Dos opciones le habían tocado a De la Rúa. Una, dolarizar la economía, privilegiando a las empresas trasnacionales con ingresos atados al mercado interno pero que luego fugaban del país (es decir, las privatizadas y sus socios, los bancos). O bien, devaluar y beneficiar a los capitales locales que vendían al exterior y pagaban salarios en pesos (o sea, el campo y ciertos sectores de punta industrial como Techint o las automotrices). La historia es conocida, no eligió ninguna y el país se le vino encima.
2002 se inicia con la presidencia del ex senador Eduardo Duhalde. Este sí eligió. Estableció una devaluación asimétrica, feroz, que fortalecía rápidamente a los capitales concentrados nacionales pero hundía al 60% de los argentinos en la miseria y gatillaba el índice de mortalidad infantil. Este modelo, tan antipopular como el anterior, tampoco estaba llamado a perdurar. La continuidad de la protesta social y su respuesta represiva jaquearon constantemente el frágil y dudosamente legítimo gobierno de turno. Los aberrantes homicidios de Kostecki y Santillán sellaron la suerte de Duhalde.
En las elecciones de 2003, el capital trasnacional concentrado ya tenía su candidato: Carlos Saúl Menem, neoliberalismo garantizado con perfume de peronismo. Por su parte, Duhalde estaba desesperado, se le caían los candidatos. Su mejor opción, él mismo, era invotable. El gobernador cordobés De la Sota tenía imagen negativa y era de poco fiar. El santafesino Reutemann se le asustó antes de arrancar. “Y bueno - dijo - que sea el pingüino. Es lo que hay, y si ganamos, lo controlo fácil.”
Llegamos por fin a Néstor Kirchner. Ganó de carambola pero ganó. De movida, se abocó a reconstruir el Estado, reformar la Corte Suprema y recomponer la relación de la sociedad con sus representantes. Todo muy institucional y reivindicable para los grandes medios (excepto La Nación, que con lucidez, ya desconfiaba). En 2005 se le para de manos a Duhalde, lo aplasta en las elecciones y encuadra al poderosísimo PJ bonaerense. Dos años después, su mujer, Cristina Fernández arrasa en las urnas y asume la presidencia de la Nación. ¿Qué pasó en esa primera presidencia de Néstor Kirchner? Néstor toma el poder como expresión de una fracción del capital concentrado y reconstruye una alianza con el campo popular. Alianza que Duhalde no tenía ni le interesaba. La Cristina victoriosa de octubre de 2007 expresaba al capital devaluador de 2002, es cierto, pero también a las fracciones del campo popular reconstruidas: los movimientos sociales, los organismos de Derechos Humanos, la CGT (cada vez más), la CTA (cada vez menos) y el encuadrado y siempre sinuoso PJ.
Resumiendo, hay un Néstor Primero prohijado por el capital triunfante de 2002. Luego, hay un Néstor y Cristina Segundos que en las elecciones de 2007 expresan la alianza tan típicamente peronista: capital concentrado – clase obrera. Todo muy lindo y ordenadito. Pero resulta que en 2008, a tres meses de asumir, la flamante presidenta se le ocurre que los devaluadores, en su versión agropecuaria, ya habían ganado mucho y les tocaba repartir un poco. ¡Que afrenta! La Sociedad Rural y sus socios menores entendieron que la vaca se les quería volver toro y ellos no lo iban a permitir. “El capital manda, la clase política obedece”, razonaron.
¡Qué año 2008! Un sector importante de los devaluadores, el capital agropecuario, no solo abandona el barco sino que arma otro y se viene al humo. Para peor, el multimedios Clarín, uno de los tres mayores de habla hispana y también integrante del bando devaluador, deduce que si no frenaban a “los Kirchner” ahora, estos iban a instaurar una autocracia fundamentalista. Quedará para otra editorial un debate sobre la política de comunicación del gobierno. Tomado por sorpresa y atacado por dos (ex) aliados tácticos, el kirchnerismo tambaleó. El 25 de marzo de 2008, un puñado de militantes defendieron la Plaza de Mayo de miles de vecinos de los barrios acomodados de la ciudad. La debacle rozó al kirchnerismo.
Como corolario de esa crisis, el kirchnerismo se hizo más plebeyo. La composición de clases que lo integran se popularizó. No por haberse ganado nuevos sectores populares sino por haber perdido actores oligárquicos. Esta debilidad, además de algunos pasos en falso tales como las candidaturas testimoniales y los desplantes de algunos intendentes como Bruera o Massa, marcaron la derrota electoral bonaerense de 2009.
24 horas después de la derrota, Néstor Kirchner ya estaba pensando cómo recuperar la iniciativa. La novedad residió en que esa iniciativa NO estaba direccionada a reconstruir una alianza con los sectores oligárquicos, sino a fortalecer al campo popular. Surge así, a fines de 2009, el acierto mayor de toda la gestión K: la Asignación Universal por Hijo. Esta medida junto a otras de igual tenor social (las cooperativas, por ejemplo), fortalecerán los lazos entre Néstor y Cristina y su base plebeya. El impacto político fue tan exitoso que, diez meses después, el actor destacado de la movilización fúnebre serán las barriadas y los trabajadores, es su versión joven y femenina.
¿Qué Cristina ganará? Una Cristina Tercera, mucho más jacobina que las versiones anteriores debido a su nuevo componente de clase. Y entonces, tal como dijo Lenin al triunfar la revolución de octubre / noviembre de 1917: “la tarea recién comienza”. Una Cristina que pueda comprometerse aún más con el problema de la tierra y la vivienda, el gatillo fácil, la mortalidad por abortos en las clases bajas, el trabajo en negro, democratizar el Poder Judicial, repensar el sistema universitario, regular la salud privatizada, encuadrar a los formadores de precio y un largo etcétera de pendientes que se encuentran en el camino de la Patria liberada. (Agencia Paco Urondo)

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