ANADig: El mundo sigue andando...

domingo, 20 de noviembre de 2011

El mundo sigue andando...



escribe Alberto Dearriba , Telam

Cuando los vaticinios apocalípticos de las pitonisas políticas fueron acallados por el rotundo pronunciamiento electoral, salieron a la cancha los gurúes de la city que pronosticaron un alza incontrolable del dólar y una fuga de depósitos que terminaría en calamidad.


El vaticinio fracasó hasta ahora del mismo modo que las burdas profecías que indicaban que el fin del mundo se produciría el día 11-11-11.

Los pronósticos agoreros comenzaron a reproducirse contradictoriamente en los grandes medios, cuando aún duraban los ecos del mensaje de las urnas. Durante la primera quincena de noviembre la moneda norteamericana subió unos centavos, se retiraron depósitos bancarios por unos 1700 millones de dólares y el Banco Central perdió reservas.

Pero bastó que operaran las medidas dispuestas para cambiar dinero y que el gobierno pusiera su billetera sobre la mesa para todos los que desearan sus dólares, para que la fuga se detuviera, declinara la demanda verde y la semana cerrara con el Banco Central recuperando reservas por 13 millones de dólares, luego de pagar 50 millones a un organismo internacional de crédito.

En suma, todo parece indicar que los pronósticos de desequilibrio externo y devaluación fueron tan “truchos” como los que indicaban que el viernes 11 del corriente se acabaría el mundo.

Ese fue el día de mayores retiros de dólares de los bancos, pero luego todo tendió a normalizarse.

¿Cuáles son los fundamentos para que se produzca una presión sobre el dólar cuando los registros macroeconómicos del país son tan sólidos como el apoyo político de una Presidenta que acaba de conseguir su reelección con el 54 por ciento de los votos?

En los períodos previos a una elección nacional suelen producirse movimientos especulativos tendientes a resguardar capitales de un probable cambio de política económica. Pero no se explica que ello ocurra después que la sociedad definió claramente que el país continúe siendo conducido los próximos cuatro años por la misma persona que lo condujo exitosamente en los cuatro anteriores.

Es cierto que la presión cambiaria coincidió con el efluvio de la crisis global del capitalismo, pero sólo el trauma nacional producido por las grandes devaluaciones y la hiperinflación pueden explicar la subsistencia del amor de los argentinos por una moneda que no es hoy precisamente una salvaguarda blindada.

El retiro de depósitos se vincula, claro, con la herida que Domingo Cavallo le infligió a la memoria colectiva nacional con el célebre corralito. Pero la situación es hoy totalmente distinta a la que se vivió cuando el modelo neoliberal estaba agotado.

En principio, quedó demostrado en 2008 y 2009 que con el actual patrón de acumulación, la economía nacional fue capaz de sortear los embates externos. La Argentina es hoy un país desendeudo, que crece a tasas chinas, mantiene un equilibrio fiscal, acumula sucesivos superávit del balance comercial, tiene un nivel de reservas superior a los 46 mil millones de dólares y está a la espera de que comiencen a llover los dólares de la cosecha fina primero y gruesa, después. La economía crece, el consumo es alto y la deuda externa es una cuestión manejable. Nada que ver con el pasado reciente.

En medio de las presiones sobre el dólar la presidenta les pidió a las empresas multinacionales que reinviertan sus utilidades en el país que tantas ganancias les estaba dando. Cuando elogió días atrás la reinversión de utilidades de Citroen-Peugeot y General Motors, le estaba enviando también un mensaje a las multinacionales que en los últimos ocho años enviaron unos 20 mil millones de dólares a sus casas matrices.



La remisión de utilidades puede acelerarse ante las urgencias de los países centrales apestillados por la crisis. Pero es un dato estructural de la economía argentina que se agudizó con la desnacionalización de la economía producida en los 90 y no una cuestión coyuntural. No es nuevo.

Los voceros de la devaluación sostienen que el tipo de cambio ha perdido competitividad para las exportaciones argentinas y claman por una devaluación, pero el país terminará este año con un superávit comercial de alrededor de 10 mil millones de dólares.

¿Cuál es entonces el motivo de las presiones cambiarias amplificadas por los grandes medios con más énfasis e igual seriedad que el vaticinio del fin del mundo? Pues bien, agotada la vía electoral “los mercados” intentan incidir sobre el plan económico de un gobierno popular por otras vías. Se expresan fuera del cuarto oscuro. Quieren torcerle el brazo al gobierno para volver a los ajustes del pasado. Para ello trasmiten el alerta a través de los grandes medios que reproducen y alientan la patológica cultura nacional del dólar Pero el gobierno contestó rápidamente con política, su arma preferida: las petroleras y mineras deberán liquidar sus dólares en el país, las aseguradoras deben repatriar sus capitales y quienes quieran dólares deberán blanquearse ante la AFIP. Por el momento, las multinacionales sólo reciben el consejo de funcionarios que los instan a evitar remesas de utilidades o, al menos, a demorarla. Se inició además una revisión fina de los subsidios. El embate se frenó.

La semana que viene continuará la pulseada entre los mercados y la política. Pero, en principio, todo parece indicar que el mundo sigue andando.

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