ANADig: “No hay que castigar al que se equivoca, sino al que no hace nada para no equivocarse”

domingo, 3 de junio de 2012

“No hay que castigar al que se equivoca, sino al que no hace nada para no equivocarse”

La Gestión Pública Peronista

Lic. Lucas Chedrese

Existe una manera propia del peronismo de administrar la cosa pública. Una forma que surge del seno mismo del pensamiento nacional justicialista, del peronismo como una filosofía de la vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente humanista.

Como planteara en el año 1952 el General Perón a todos los altos funcionarios del Estado, “Dentro de nuestra acción hay dos tareas que desarrollamos paralelamente: desde el gobierno, la concepción de los problemas; y en los ministerios, la realización y ejecución de esas soluciones. Por esa razón, señores, es importante que los que concebimos y los que ejecutan sintonicemos perfectamente bien la tarea común.” Por ello, hay que entender la manera peronista de gestionar como la complementación de las formas de conducción política y la realización efectiva de la comunidad organizada donde el gobierno y el Estado deben ser esclavos de su deber para asegurar la libertad del Pueblo.

En gran medida, las valoraciones de Perón sobre esta forma particular de gestionar fueron volcadas en un discurso pronunciado en ocasión de una reunión con subsecretarios y altos funcionarios del gobierno nacional el 2 de julio de 1952. Allí vertió explícitamente su apreciación sobre los deberes y obligaciones de los funcionarios gubernamentales, pero esta interpretación de cómo administrar la cosa pública no puede escindirse del modo más general en que entendía la conducción política y la comunidad organizada a la que aspiraba.
Por ello, corresponde abordar la temática que nos ocupa integrando sus concepciones de la gestión pública con su visión respecto al rol del liderazgo, la doctrina, la conducción, la organización, la comunidad organizada y otros conceptos relevantes del sistema de ideas que constituye en definitiva el pensamiento justicialista.

La comunidad organizada como modelo de ordenamiento social

El ejercicio del gobierno le exigió a Perón respuestas integradoras, equilibradas y permanentes de los intereses contrapuestos y complementarios del capital, del trabajo y del estado. Así, en sus discursos y conferencias cotidianas fue dando forma, progresivamente, a sus teorías sobre el rol del “gobierno”, del “Estado” y del “pueblo organizado” en la conformación de la nación; entendiéndola él como una “comunidad organizada” con “soberanía política”, “independencia económica” y “justicia social”, en la cual, el esfuerzo por conseguir la “grandeza de la nación” es inseparable del esfuerzo por lograr la “felicidad del pueblo”.
De esta manera, la comunidad organizada debe funcionar como una “democracia social” o “democracia integrada” que, “en lo político realiza el equilibrio del derecho del individuo con el de la comunidad; en lo económico realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social; y en lo social realiza la justicia social, que da a cada persona su derecho en función social”; donde “el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre, y es un deber, porque es justo que cada uno produzca, por lo menos, lo que consume; y no debe existir más que una sola clase de hombres: los que trabajan”.
Allí, el núcleo fundador del poder es, para Perón, “el pueblo libremente organizado, que es quien elige al gobierno; que, a su vez, organiza el estado al servicio de la libertad del pueblo”. De esta manera, Perón entiende que “el pueblo debe ser libre dentro de la ley y dentro de una ética, sin la cual la libertad es un mito”; y que, “el gobierno y el estado deben ser esclavos de su deber para asegurar la libertad del pueblo”.
Para Perón, la tarea de gobernar es fundamentalmente la solución de los grandes problemas que el país tiene y que deben ser encarados y resueltos por el organismo estatal. Y ese organismo estatal, está formado por el gobierno y por la organización del Estado. El gobierno concibe centralizadamente, y la organización Estatal lo realiza descentralizadamente. Pero para que esto sea posible, al igual que lo que ocurre respecto a la conducción política, lo primero que hay que hacer es organizar al Estado porque “nadie puede gobernar lo inorgánico”. Por ello, resulta interesante abordar la perspectiva peronista de la gestión pública analíticamente desde las dimensiones de la organización y ejecución de las tareas de gobierno.
En síntesis, como manifestara el propio Perón en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional “unidad de conducción, descentralización de ejecución y una concepción que emane del sentir del pueblo, son las pautas básicas para la organización.” Son estos los principios que deben ser respetados para alcanzar una organización que funcione en la realidad y que esté al servicio de las necesidades del pueblo.
Organización
Lo primero que hay que observar respecto a la organización es que “Es mejor que no sea tan lindo y que ande, que ande en la realidad, con sus enfermedades, con sus pasiones y con todos los defectos y virtudes que los hombres llevan a la organización”. Así, para Perón es preferible que la organización se conforme con ser buena y no perfecta, “porque a menudo lo mejor es enemigo de lo bueno. Tengamos lo bueno.”

Ahora bien, debemos tener en cuenta que las organizaciones están conformadas por personas y que “Esa organización estructural puede ser muy buena, pero cuando se le pone el
hombre, cambia, haciéndose mejor o dejando de ser buena, porque el hombre trae sus pasiones, sus virtudes y sus defectos a esa organización”. Por ello, al igual que para conducir políticamente es necesario que el pueblo sea libre, diferenciándose de la masa, en base a un proceso de adoctrinamiento que le permite adquirir conciencia colectiva, personalidad social y organización social, en materia de administración pública, la doctrina cumple un rol similar porque “Nada se puede hacer con colectividades inorgánicas y la doctrina es el punto de partida de la organización de una colectividad”.

Por eso, “cuando un hombre se desprende de su personalidad para crear una personalidad colectiva es porque no tiene intenciones ni individualistas ni discrecionalistas y menos aún personalistas”. Cuando esto sucede, se coloca a la Nación por encima de los hombres y para el peronismo primero está la patria, después el movimiento y por último los hombres. Una doctrina nacional es tan fundamental en el Estado como el alma y el pensamiento lo son para el hombre. El peronismo ha cristalizado como doctrina nacional las banderas de soberanía política, independencia económica y justicia social. El funcionario y los empleados son el ejecutor directo de esta doctrina por mandato implícito de la constitución y de la ciudadanía por lo cual están obligados a llevarlas a todo el organismo nacional.
En otras palabras, un peronista que haya sido seleccionado para ocupar un cargo, no debe olvidar que “no son los cargos los que dignifican a los hombres, sino los hombres los que honran los cargos” y la mejor forma de hacerlo es respetando la doctrina peronista, enarbolando las banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política. Quien así no lo hiciera, no sólo traiciona al peronismo, sino que también a la Patria.

Ejecución

La segunda dimensión fundamental para analizar el modo de gestionar peronista es explorando los principios sobre los cuales se basa la acción concreta de gobierno. Aquí es donde los “realizadores” llevan adelante la doctrina a través de los instrumentos y los medios que constituyen las diferentes “formas de ejecución” en que aquella se hace efectiva.
Y en esto, para Perón, “siempre la realización está por sobre la concepción”. Es bueno planificar, pero ello no debe ser una barrera a la ejecución. Es preferible hacer algo no tan bien, pero hacerlo. Siempre se puede enmendar lo que no esté bien, pero nunca mejorar lo que no se hace.

Por otra parte, “El gobierno no puede ser la acción burocrática del trámite: el gobierno tiene que ser algo más noble”. La organización es el instrumento, pero si no le damos el temple que debe tener, la ejecución estará vacía de direccionalidad y substancia política. En cada funcionario y cada empleado debe haber un espíritu de responsabilidad suficiente para
resolver los expedientes que llegan porque si no se anulan todas las capacidades e inteligencias. Muchas veces, la burocratización es resultado de la falta de confianza en la propia gente y no hay que negar que en el Estado encontramos excelentes funcionarios y empleados que sólo necesitan oportunidades. De aquí que “No hay que castigar al que se equivoca, sino al que no hace nada para no equivocarse”. El funcionario debe ser a la vez que jefe, conductor y maestro de sus empleados. Si bien a diferencia de la conducción política, donde la sujeción a un líder es voluntaria, en la administración pública los empleados deben responder a la autoridad, siempre es mejor tratar de aplicar la persuasión antes que el mando. Obtendremos mejores resultados si los empleados además de obedecer por obligación, están convencidos de que lo que hacen es bueno, lo comparten y lo quieren realizar.

En fin, “la Gestión Pública no es solamente una tarea de concepción de los problemas y de realización de las soluciones, sino también una tarea de permanente persuasión de los hombres que uno tiene a sus órdenes. El que se considere jefe de una repartición, el que se considere funcionario de la República, ha de ponerse en esa situación y ha de dignificarla en todos sus actos, dignificándose de esa manera así mismo sus proyecciones frente a la obligación y frente al país.”.

Pero, a la vez que es importante realizar todos los esfuerzos para que la burocracia no se constituya en una máquina opresiva sobre el Pueblo y retardataria de las soluciones necesarias, también es imprescindible “Estar listos para dar cuenta de cualquiera de nuestros actos, porque los gobernados tienen derecho a conocer el acto más insignificante de su gobierno”. De vuelta, el gobierno y el Estado son esclavos de la libertad del Pueblo y como tales deben sujetar todos sus actos al escrutinio del pueblo libremente organizado.
En definitiva, los esfuerzos que desde la concepción peronista de la gestión pública se lleven adelante por la organización y correcta ejecución de la maquinaria estatal deben apuntar a que el Estado pueda marchar sólo en post de la grandeza nacional y la felicidad del Pueblo: “Nosotros los gobernantes podemos indicarles la dirección, pero la marcha debe ser ejecutada por él. Ese organismo, ese mecanismo, debemos dárselo noble, bien templado y bien capacitado, y eso será lo que nos va a agradecer en el futuro la Nación.” Este es el principal legado que un proyecto político puede dejar al país y a las generaciones futuras. Un Estado a la altura de las circunstancias y no esclavo de las corporaciones ocultas al escrutinio público. En definitiva, un Estado, como dijéramos al principio, que haga de la libertad del pueblo su fuente de soberanía.

Este tipo de Estado, que intentó construir Perón, fue el que a partir del año 1955 se buscó incansablemente demoler, apuntando a la desindustrialización y desintegración social para reducir la autonomía e insertar al país como mero exportador de materias primas y receptor de capitales especulativos. Sumado al terrorismo de estado de la última dictadura, se crearon
así las condiciones políticas que permitieron el ciclo neoliberal que continuó a partir de 1983. Este ciclo económico se caracterizó por el predominio de lo financiero sobre lo productivo, la importación sobre la producción interna, los derechos del capital sobre los derechos del trabajador y del mercado sobre la regulación del Estado.

La gestión pública peronista hoy

Al igual que lo planteara Perón para el año 1946 según quien “cuando nos hicimos cargo del gobierno, el panorama que se me presentó fue pavoroso”, Néstor Kirchner enfrentó una situación que fácilmente puede asimilarse al de aquellos tiempos. Un Estado en retirada, ajeno a los problemas de la gente, ausente, débil, quebrado y con servidores públicos por años minusvalorados y despreciados por las capas gobernantes y rechazados por la sociedad.
Partiendo de ese nefasto legado, desde el 2003, el peronismo volvió a ser el núcleo del frente nacional y popular. Lo hizo encarnando profundamente los principios del pensamiento justicialista, expresando una voluntad de poder que es nacional y popular, bregando por una Argentina autónoma, industrial y con justicia social. Devolverle a la política su lugar central en la sociedad, ganando soberanía política implicó necesariamente reformar y reorganizar estructural y funcionalmente el Estado.
Así, la tarea de recuperación de la política vino de la mano de la reconstrucción del Estado. Esta no fue resultado meramente de un acto de voluntarismo vertical, si no que la misma se apoyó en organizaciones libres del pueblo como los sindicatos, movimientos sociales, organizaciones de derechos humanos, entre otros, organizaciones que aportaron volumen y fuerza política a cada uno de los centros de gravedad elegidos para alcanzar los objetivos.
Listar los hechos que dan cuenta de esta reconstrucción nos llevaría un espacio y tiempo que excede los objetivos de esta presentación, pero se pueden detallar algunos casos testigos que ejemplifican claramente todo lo hecho en materia de organización y ejecución del Estado a partir del proceso político inaugurado en el 2003.

Respecto a la organización, podemos nombrar:

1. Renovación de la Corte Suprema de Justicia
2. Reestatización de AYSA, Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, AFJP´s
3. Ley de servicios de comunicación audiovisual
4. Reforma Política
5. Matrimonio igualitario

En lo que a modos de ejecución refiere:

1. Juicios por los crímenes de lesa humanidad
2. Intervención directa del Estado en la economía
3. Inversión pública (escuelas, viviendas, cloacas, energía, rutas, etc)
4. Asignación Universal por Hijo
5. Paritarias

Este simple y sumarísimo recuento de hechos y logros políticos sirven para ejemplificar que evidentemente el Estado que tenemos hoy es cuantitativamente, pero especialmente, cualitativamente diferente al que el proceso conservador neoliberal nos legó. En cada una de estas medidas observamos la voluntad transformadora del gobierno pero sustentada en organizaciones que apoyaron y blindaron al Estado de los embates de los intereses refractarios al cambio. 

En definitiva, son ejemplos de la efectiva realización de aquello que “La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: el del Pueblo.”

1 comentario:

  1. Compañeros me gusto mucho está nota , tiene un didáctico lenguaje que resulta esclarecedor para muchos jóvenes y no tan jóvenes que no aceptan al Kirchnerismo como la más fiel interpretación de nuestra doctrina, aún más el accionar de estos últimos nueve años nos trajo el recambio generacional tan reclamado y que siempre aporta nuevas ideas , lo que no significa ni mejores ni peores ni distintas , solo una adaptación a los cambios de el Siglo XXI.

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